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Only 24 hours in a day!?

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Lately, so many things have happened. Just as I said: many. And these things to do seem to have suddenly tumbled over me, though not necessarily true.  I really enjoy doing all these tasks and I know it's important to do them, but, yep, I think we all have had this same problem about procrastinating, at one time or another.

It's just at the thick of things when you assume you have so much to do and no time at all. Yet the problem might not be a lack of time. Think of the extra hours one carelessly sleeps, or the time 
wasted in the computer or phones. I personally think we squander time on many un-important things, and then think the day is not long enough when the deadlines arrive. 
As  Mr. Ben Frankin said once, "Dost thou love life? Then do not squander time, for that is what life is made of".

I've learned these couple of weeks that wasted time has a value beyond measure. Using the time diligently avoids various problems. Above all, God gave us this life and the time it contains. Don't waste it!

Comments

  1. UnknownJune 30, 2016 at 10:04 PM

    Absolutely well said, my friend. I do believe the problem is not the lack of time, but the useless things we sometimes waste it on. I hadn't thought about it that way. Because we so usually justify ourselves and think it's not "our fault" that we don't get things done, but the "day's hours". May God keep growing you in His wisdom and grace :) Changachonina says, "So true!" Keep it up!

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Tormenta

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Una tormenta En sí, refleja el poder de nuestro Señor. Relámpago ilumina la noche, Y los tambores empiezan en la distancia a sonar Poco a poco crece en intensidad El sonido, que al final,  Retumba en tu interior.  Y mueve los cimientos de la tierra misma. Una tormenta  Con lluvia que penetra la tierra Cumple su deber de regar  Las plantas que tanto esperaron bebida Con lluvia que baña a las criaturas Que alaban al Creador  Una tormeta  Feroz como el león  Que libera su rugido  Que penetra tu interior La tormenta 
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Microrrelato: Señor de los Girasoles

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Todos los días veía a un señor parado en la esquina. Vendía girasoles. Llegaba temprano con sus zapatos cafés bien lustrados, pantalones ajustados con un cinturón de piel y camisa blanca bien planchada. Una sonrisa iluminaba su cara arrugada cada vez que alguien pasaba. Ofrecía sus flores a cualquiera: parejas, solteros y niños. Al final, cuando el sol se escondía detrás de la residencia de enfrente, él hacía descansar las cubetas en su carreta. Pero estaban llenas de flores. Flores cabizbajas, el mismo número que había traído en la mañana … todas, menos una. Ese girasol en la mano tiesa del señor ya tenía dueño, pues era un regalo. Lo seguí por las sombras. Sus pasos hicieron crujir el suelo por diez minutos de camino. Y al final, el girasol llegó a descansar en la piedra fría de una tumba. María del Sol. Y con su último suspiro, las últimas gotas de vida,  la flor levantó su rostro hacia el nombre. El señor siguió su camino para desaparecer en la oscuridad ...
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