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Tormenta

Una tormenta
En sí, refleja el poder de nuestro Señor.
Relámpago ilumina la noche,
Y los tambores empiezan en la distancia a sonar
Poco a poco crece en intensidad
El sonido, que al final, 
Retumba en tu interior. 
Y mueve los cimientos de la tierra misma.

Una tormenta 
Con lluvia que penetra la tierra
Cumple su deber de regar 
Las plantas que tanto esperaron bebida
Con lluvia que baña a las criaturas
Que alaban al Creador 

Una tormeta 
Feroz como el león 
Que libera su rugido 
Que penetra tu interior
La tormenta 

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Todos los días veía a un señor parado en la esquina. Vendía girasoles. Llegaba temprano con sus zapatos cafés bien lustrados, pantalones ajustados con un cinturón de piel y camisa blanca bien planchada. Una sonrisa iluminaba su cara arrugada cada vez que alguien pasaba. Ofrecía sus flores a cualquiera: parejas, solteros y niños. Al final, cuando el sol se escondía detrás de la residencia de enfrente, él hacía descansar las cubetas en su carreta. Pero estaban llenas de flores. Flores cabizbajas, el mismo número que había traído en la mañana … todas, menos una. Ese girasol en la mano tiesa del señor ya tenía dueño, pues era un regalo. Lo seguí por las sombras. Sus pasos hicieron crujir el suelo por diez minutos de camino. Y al final, el girasol llegó a descansar en la piedra fría de una tumba. María del Sol. Y con su último suspiro, las últimas gotas de vida,  la flor levantó su rostro hacia el nombre. El señor siguió su camino para desaparecer en la oscuridad y vo