—Quizá sea mejor no llevarles la contraria —-, pienso y les dejo a ellos el compartimiento de bagaje. —O vendrá seguridad. Avanzo a buscar otro lugar para mi mochila descarapelada que va cumpliendo ya tres horas con un zapato viudo más, el izquierdo. Regreso a mi lugar. A un lado, junto a la ventana con vista al aeropuerto, va una señora en sus sesentas. —Dime, ¿qué lo lleva a Monterrey? —me pregunta la loca. Miento. —Familia. El avión empieza a avanzar. —¿Trabaja? —dice. —Vendo zapatos —¡Noble profesión! Quizá me podrá dar un descuento. ¿Qué clase? Sé que no me dejará en paz sin confesión. —Izquierdos. —¿Y los derechos? Susurro: —¡Se van a la morgue!
From the Heart of a True Reader