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Soñadora Caída por Aravis Quenýa

Soñadora Caída, cuento de Escritoreslegendarios.worpress.com
En una compañía de celulares trabajaba una soñadora caída. Pertenecía a la familia peculiar de soñadores que soñaron tan alto que cuando el sueño cayó, algo murió.
Ahora, Carolina trabajaba reparando celulares. Su sueño no mostraba señales de vida, ni siquiera a las 2 de la mañana cuando toda conciencia había desaparecido. No mostraba señales de vida, ni siquiera a las 10 de la noche, mientras veía una serie inspiradora. Ni siquiera esa vez que fue a la playa que sintió las olas frías en sus pies y después durmió arrullada. Nada. 
A Carolina no le importaba haber perdido su sueño. Los primeros dos años claro que le lloró bastante; pero después de pasar por las etapas del duelo en aleatorio por lo menos dos veces, lo olvidó. Era muy bueno tener un salario constante, un techo sobre su cabeza y pizza los fines de semana. Simplemente, no necesitaba nada más. Su anhelo personal (creo que tenemos establecido que no se le puede llamar sueño) era comprar un carro, algo para lo que ya había empezado a ahorrar. Y su otro anhelo, no tan grande como el carro, era el día en el que llegara la pantalla cara que había ordenado para uno de los trabajos más importantes.  
Pues sí, la vida no requería nada más. Ella era… feliz.
Uno de sus días de trabajo terminó temprano. Llegó a su casa y empezó a prepararse algo de cenar. Se sentó en la mesa y empezó a comer espagueti. Su mente estaba casi en blanco, solo esperando a que el día terminara. Revisó sus redes sociales y su corazón estuvo contento por alrededor de cuarenta minutos. Al terminar, notó que tenía un mensaje sin leer, algo que se le hizo muy extraño. Abrió el mensaje. 
“Hola, buenas tardes, entré a tu página web y vi tu información de contacto. Me encanta el trabajo que has hecho y quería saber si te interesaría colaborar con nosotros.” 
一¡Colaborar! 一se dijo Carolina a sí misma. 一Ja, claro, estas cosas nunca terminan bien. 
Quitó el mensaje sin leerlo dos veces. 
Ese mensaje no pudo haber sido parte de su sueño. Estaba más que muerto ¿no es cierto?
¿O habrá resucitado? ¿O quizá nunca murió en primer lugar?
De hecho, se podría decir que ese día fue el día en el que su sueño fue a buscarla. Eso es lo interesante de alguno sueños: si no los persigues, ellos dejan su botella de agua y se regresan por ti. Sin embargo, no son tan compasivos como uno suele creer al principio. No tienen la paciencia ni quieren perder fuerzas en arrastrarte con ellos. No están obligados a quedarse contigo. No te pertenecen, aunque creo firmemente que a algunos los asignan a intentar lo que sea para que corras con ellos.  
En fin, ese primer intento no funcionó. No fue sorpresa que al siguiente día, Carolina había destruido el recuerdo del mensaje. Para ella, el sueño seguía muerto sin esperanza. 
Trabajó duro en su turno, como acostumbraba, esperando con ansias la siguiente quincena. Cuando salió de su trabajo, caminó a la parada del camión. Su celular vibró. Pensó que sería su jefe, pero al revisar el número supo que no y no lo contestó. 
Pero si lo hubiera contestado, hubiera sabido que eran las mismas personas que mandaron el mensaje en sus redes. ¿Pero qué querían? Carolina entonces empezó a sospechar algo. Su mente regresó a esos días cuando su sueño era lo único en lo que pensaba. Recordó el olor del perfume de su sueño. Y el sonido de sus pasos. 
Cuando salió del camión y llegó a su casa, vio el jardín. Lo había visto mil y un veces.
 Pero fue ahí, en ese momento, que su sueño asomó la cara. 
La mente de Carolina empezó a distinguir las formas y los colores de las flores y de las plantas. Empezó a notar los ángulos. Pensó en mover esa maceta en particular, quedaría mejor contrastando con el camino de piedra. Una foto.
Recordó su cámara, escondida en un baúl, hasta el fondo de un armario, detrás de todas los suéteres y bufandas. Una comezón le rascó el corazón. La foto sería buena. Podría tomarla y no quedaría mal. Recordó la boda que fotografió hace más de un año. Los novios muy felices, riéndose al verlas. Seguramente veían las fotos ahora y sonreían.
Por fin, reconoció el rostro de su sueño. Vio sus ojos. Hacer a alguien feliz con una foto. Ese era su sueño. Y con una sonrisa, el sueño le extendió su mano.
Carolina tomó el celular y abrió el mensaje, sintiendo la culpa de no haber tomado la oportunidad desde un principio. Todavía había tiempo. Todavía podía. Tendría que gastar su tiempo y energías. Comprar lo que necesitaba. Pero todavía tenía el miedo de que todo volvería a derrumbarse. Su sueño podía irse otra vez y no quería que eso pasara. Mucho trabajo. Demasiado trabajo. Pero… era su sueño. Y si corría suficientemente rápido lo alcanzaría. 
Así que respondió y aceptó con todos los nervios. 
Después de aceptar…. no había vuelta atrás.
Pero si no hubiera aceptado la oferta, ¿quién en verdad estaría muerto? ¿su sueño? ¿o ella?

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